Llamada “Arabia Fénix” por los geógrafos de la Antigüedad, Omán es un reclamo de los embrujos de Oriente y de los encantos del desierto y del océano Índico. Tierra de marineros y fuente de suculentas leyendas, conocida también como “la Suiza de Oriente Medio”, es un país que conserva su esencia árabe, que abraza la tradición exaltando su patrimonio y que huye de la masificación turística.
El vuelo nocturno de Air Omán que, desde París, hemos tomado para llegar a Mascate, la capital del Sultanato de Omán, ha tardado algo más de siete horas. Desde la ventanilla, la silueta de la ciudad se perfila como una larguísima y delgada línea que bordea la costa con construcciones sencillas, casi austeras, de color blanco. Al fondo, el inmenso desierto por un lado y las montañas por otro. Y la calima se antoja algo densa.
El aeropuerto de Seeb no responde a las grandes infraestructuras a las que nos tienen acostumbrados los países del Golfo Pérsico. Aquí destaca lo práctico, lo sencillo y el carácter local. Las instalaciones son de primer nivel, eso sí, pero no se tiene la sensación de que aquí se compita por ser el mejor o el más grande del mundo. Simplemente, es el reflejo de una nación sencilla, respetuosa y sin pretensiones, un territorio que en menos de 50 años ha ‘volado’ de la Edad Media al siglo XXI. Estamos en un país que se ha caracterizado por ser neutral en medio de tanto conflicto en sus inmediaciones, que quiere seguir siendo un enclave sobrio de ciudadanos afables que se deben al comercio, al desierto y al mar y que está envuelto en una esencia árabe que fascina.
El país árabe más antiguo
Omán es el país más antiguo del mundo árabe. Se fundó como Imanato -gobernado por un imán- en el año 751 y, tras varios siglos, se convirtió en un sultanato de la mano de la dinastía Nabhani, que reinó en el país cerca de 500 años. Dice la tradición que, ya en la época de los descubrimientos navales, en el siglo XV, fue un marinero omaní, Ahmed bin Majid, quien ayudó a Vasco de Gama a cruzar desde África hasta India, abriendo así la puerta a la futura invasión portuguesa que se mantendría hasta la mitad del siglo XVIII. A partir de ese momento, comienza el renacer omaní y la extensión y dominación de las costas africanas, llegando incluso a controlar la lejana isla de Zanzíbar. Esta época de tranquilidad y crecimiento terminó con la muerte del sultán Sa’id bin Al-Busaid en 1856, hecho que precipitó la división del imperio entre dos de sus hijos en sendos principados separados: Zanzíbar y las costas africanas, por un lado, y Muscat y Omán por el otro.
Los fuertes portugueses
Ubicada a orillas del golfo de Omán, la capital, Mascate, es, efectivamente, una sucesión de barrios que se extienden a lo largo de 50 km sin adentrarse al interior de la costa, formando un estrecho collar entre el mar y una rocosa barrera de pequeñas montañas. Por ley, está prohibido que los edificios superen las siete plantas, y las rotondas configuran un trazado urbanístico que termina desembocando en amplias avenidas, en muchos casos con césped en el separador central y adornadas con palmeras que otorgan un aire exótico, confirmándonos que estamos en Oriente.
Mascate, o Muscat, como aquí se llama, es un puerto natural al Índico y así lo entendieron los portugueses en el siglo XVI cuando controlaron esta costa en sus famosas travesías hacia la India. Y justamente de esta época quedan en Old Muscat los fuertes de Al Jalali y Al Mirani que datan del s. XVI y flanquean el actual Palacio del Sultán, llamado Al Alam, protegiendo la pequeña bahía. Las tres construcciones sólo se pueden observar desde fuera, pues los fuertes son estaciones militares y la visita al interior del palacio no está permitida.
Décadas de apertura
No obstante, este país que había estado inmerso en sí mismo durante años y oculto en un velo de misterio que lo hacía prácticamente inalcanzable, empezó a cambiar desde los años 70 del siglo pasado, cuando Qabus ibn Said, el hijo del sultán, derrocó a su padre, quien había cerrado el país a cal y canto contratando apenas con los ingleses un pequeño comercio exterior.
Este aislamiento, sin duda, terminó por alimentar todo ese misticismo que envolvía a esta tierra “prohibida” productora de incienso y mirra, y cuyos desiertos y montañas veían pasar muchísimas mercancías que terminaban en la Roma Imperial, en Egipto o Jerusalén o incluso algunas de ellas a orillas del Levante mediterráneo. Hoy por hoy, gracias en parte a la apertura existente, Omán es un país bastante fácil de visitar, y para los grandes viajeros, es probablemente el más interesante de los árabes.
Por amor al mar
En plena ciudad vieja de Muthra, a tan solo cuatro kilómetros de Mascate y en lo que se considera la parte histórica de la ciudad, fondea el yate del sultán, sin aspavientos, sin ostentaciones… Quizás, recordándonos, con las embarcaciones tradicionales llamadas ‘butres’ que lo rodean, que esta tierra de marineros sigue rindiendo culto al mar y sus encantos, de la misma manera que lo hizo uno de sus grandes hijos, Simbad el Marino, cuando construía aquí algunos de los barcos que terminaron llevándolo hasta China.
Aquí, por azares de la vida, un simpático ciudadano llamado Ahmed -que conocemos tomando el típico café especiado con cardamomo denominado “khawa”-, nos afirma que la navegación y Omán son conceptos indisolubles. Nos habla de Saleh Al Shaibany que en 2012 completó en solitario la regata “The Musandam-Oman Sail” con su propio velero, o del Capitán Nasser, una prominente figura nacional que ha liderado numerosas expediciones y regatas para promocionar el deporte de vela en Omán, o incluso, del filántropo y empresario Mohamed Al-Barwani que, con su velero “Renaissance”, ha representado al país en distintas competiciones internacionales.
La empresa española Acciona fue la ganadora del concurso para diseñar el Museo Nacional de Omán, una pinacoteca que se ha consagrado como la más importante de los países del área, y que, respondiendo a los deseos del sultán, rescata la tradición de una de las naciones más cosmopolitas de antaño. Un total de 4.000 metros cuadrados con una quincena de galerías permanentes que repasan la tradición marítima del país, con las respectivas réplicas de sus buques insignia; su historia o el poder armamentístico de la que fuera una de las potencias comerciales durante la Antigüedad.
El laberinto de las maravillas
Nada más apetecible y atractivo que contemplar el atardecer desde La Corniche, el paseo marítimo del casco histórico, que, con sus casas blancas de balconadas adornadas, regala unas estampas idílicas del ocaso antes de adentrarnos en el zoco de Muthra. Con sus casi tres siglos de vida, este mercado es una parada obligada. Fragancias embriagadoras de especias y perfumes llenan el aire creando una sinfonía olfativa que despierta los sentidos; las joyas que se exponen en diferentes puestos centellean como estrellas en la noche y reflejan la historia de antiguos artesanos que moldearon cada pieza con amor y destreza. Estrechas y sinuosas callejuelas adornadas con luces de lámparas como escapadas de “Las mil y una noches” conjugan un poema junto a arabescos tallados en madera.
Los sonidos de las negociaciones fluyen como una melodía que escuchan las fuentes de azulejos y se entremezclan con el lejano eco de las llamadas a la oración… Pero si algo destaca verdaderamente son los puestos de las perlas de incienso procedentes de la resina de un árbol llamado olíbano, que se someten al calor de unos quemadores multicolores cuyas brasas permanecen encendidas durante toda la jornada. Esto nos recuerda que Omán es el mayor productor del mejor incienso del mundo desde antes de los tiempos de los Reyes Magos, y que Alejandro Magno, atraído por este gran tesoro, planeó invadir esta parte del mundo para controlar el comercio desde su origen, aunque la muerte le impidió llevar a cabo tan ambiciosa gesta.
Amouage: la fragancia de las olas
La ancestral tradición del incienso resurge con esplendor en Omán a través de una de las empresas más relevantes: Amouage. El perfume que elabora incluye, entre sus 120 exquisitos ingredientes, el místico aroma del incienso y la mirra; todo un producto Marca País. Aunque su nombre pueda evocar un origen francés, en realidad es una palabra árabe que significa «olas», y refleja así la profunda conexión con la cultura y las raíces omaníes. Este perfume no solo encierra una exquisita esencia, sino también la rica historia y tradiciones del país.
El diseño de los frascos rinde homenaje a la herencia cultural omaní: el envase para hombres adopta la forma del mango del janyar, el cuchillo tradicional, mientras que el de las mujeres se inspira en las elegantes cúpulas de las mezquitas. Ambos frascos están delicadamente elaborados en oro, y simbolizan la unión de elementos fundamentales en la identidad omaní: el oro, el incienso y la mirra. En cada rocío de Amouage, se entrelazan siglos de historia y la esencia misma de Omán, llevando consigo la elegancia y el misterio de una tierra impregnada de tradición y espiritualidad.
Una joya del arte islámico moderno
En 1992, el sultán Qaboos decidió que el pueblo omaní se merecía una Gran Mezquita y, tras un concurso para escoger el mejor diseño, en 1995 comenzaron las obras que duraron seis años, hasta que fue inaugurada en 2001. Desde el exterior destacan la cúpula y los cinco minaretes que la delimitan, símbolo de los cinco pilares del Islam, destacando el minarete central, que se eleva más de 90 metros del suelo y anticipa lo que nos espera dentro de sus muros.
Su interior alberga dos tesoros: una majestuosa alfombra persa de una sola pieza hecha a mano y una espectacular lámpara de araña de Swarovski. Con una capacidad para 20.000 personas, está distribuida en cuatro secciones, la sala principal de oración reservada para los hombres, una sala de oración de menor tamaño sólo para las mujeres, una biblioteca que alberga 20.000 volúmenes sobre ciencia, cultura islámica y humanidad y otra sala para encuentros y seminarios.
La atalaya cultural de Oriente Medio
Convencido de que la música contribuye al diálogo global y fomenta el intercambio cultural en favor de la paz y la armonía, el actual sultán intenta que la programación de conciertos clásicos, ópera, danza o ballet del “coliseo musical” -el más importante teatro de ópera de la Península Arábiga-, esté a la altura de los mejores del mundo. Y, sin duda, este edificio de 80.000 m2 compite en todos los sentidos con las más grandes casas de ópera a nivel internacional. Su exterior al estilo de un moderno palacio omaní de inmaculado mármol blanco italiano, maderas birmanas y rodeado de jardines, es una obra de arte en sí mismo. Se inauguró en 2011 con Turandot de Puccini y, en el cartel, Plácido Domingo acompañado de 350 músicos. Según los expertos, es el teatro de ópera de estilo italiano con la mejor acústica del mundo.
Encuentros con la vida
Entre los diferentes Patrimonios de la Humanidad que ostenta Omán, están los llamados Aflaj -registrados en la Unesco desde 2020-, unos ingeniosos sistemas de irrigación que usan la gravedad para transportar el agua canalizada desde fuentes subterráneas o manantiales, a veces durante kilómetros, para hacerla llegar a las diferentes aldeas, tanto para el consumo humano como para la agricultura.
Se pueden ver en diferentes poblaciones y nosotros tuvimos la oportunidad de apreciarlos en un recorrido que hicimos por ese oasis que tantas miradas atrapa y que se llama Wadi Bani Khalid, un conjunto de cañones, cascadas y pozas azul turquesa que contrasta con los tonos ocres y sepias del desierto, un vergel en toda regla donde las sinuosas formas de las rocas acaparan las cámaras de fotógrafos de medio mundo, pero eso sí, como todo en este país, un lugar alejado de la masificación.
Sorprenden la magia y el poder del agua en medio de tanta aridez; el renacer de la naturaleza ante el preciado bien, y el ímpetu y la vida perceptible en la flora que brota generosamente haciendo que esta excursión de un día desde Mascate sea, nunca mejor dicho, un oasis de vida.
En una nación donde el desierto ocupa el 82% del territorio, no puede faltar una aventura entre dunas. Nosotros nos hemos decantado por hacerla en 4 x 4 en Wahiba Sands, un recodo de naturaleza habitual para los beduinos e impactante para el forastero que intenta comprender los pasos de esta gente sobre la arena entendiéndolos como un sueño de libertad, amor y conexión con la vastedad del universo.
Nizwa, la antigua capital
A la antigua capital del sultanato se la conoce como la “Tacita de Plata” de Omán o también como la “Perla del Islam”. Ubicada en medio de un oasis circundado por palmeras y alrededor de las montañas más altas del país que conforman la cordilera de Hajar, descubre, desde su imponente fuerte del s. XVII, que fue un punto neurálgico para el comercio, al ser lugar de paso de las caravanas del sur y del norte del país. Siempre ha sido un importante feudo religioso -un aspecto que la obliga a ser más conservadora que Mascate-, que se enorgullece de tener la mezquita más antigua de la nación y un prestigioso centro de enseñanza islámica. Su souk o mercado permite conocer y saborear los más de 45 tipos de dátiles provenientes de la región y degustar el más popular de los postres: el halwa, una exquisitez elaborada con miel, huevos, agua de rosas, nueces y especias.
Cada viernes se celebra el mercado del ganado, una de las atracciones de mayor demanda entre los extranjeros, pues cabras, ñus, ovejas y vacas salen a la venta de la misma manera que se ha hecho desde los tiempos de los tiempos.
Redefiniendo el lujo asiático
Aunque el concepto de lujo asiático pueda parecer algo manido, Omán parece haber encontrado la fórmula para volver a dar brillo a ese saber hacer de la hospitalidad del que tanto nos ha hablado Asia. Con las políticas de preservación del ADN de esta nación como premisa, y gracias a la necesidad de poner en valor lo autóctono, lo cultural y lo artesanal, los hoteleros aquí luchan por conseguir los más altos cánones de excelencia en el alojamiento, intentando entender que el lujo radica en la sobriedad y en la elegancia, en su mejor vertiente. Hay excepciones, por supuesto, pero grandes exponentes de este criterio son hoteles como The Chedi Muscat, Jumeirah Muscat Bay, Kempinski Hotel Muscat, Al Bustan Palace Ritz Carlton o el Anantara Al Jabal Al Akhdar Resort. La elegante sencillez bajo la batuta de la excelencia ha redefinido el lujo asiático en Omán.
Una nación que venera el ciclismo
Más allá de los deportes acuáticos, una de las competencias deportivas que despierta más interés en este país es el Tour de Omán, una competición que se viene realizando en el sultanato desde el año 2010 y que, el pasado mes de febrero, celebraba su 13ª edición. En esta ocasión, la carrera ofreció cinco jornadas que incluían velocistas, rematadores y escaladores, siendo la Eastern Mountain y la Green Mountain sus dos ascensiones icónicas y de mayor esfuerzo. El ganador de este año fue el británico Adam Yates (UAE Team Emirates), y los aficionados ya están deseando que llegue la edición de 2025.
Esta competición de ciclismo profesional por etapas aterrizó en Omán de la mano de ASO, organizadores, entre otros eventos, del Tour de Francia, y a día de hoy ofrece resultados más que satisfactorios. Los escenarios ofrecidos por montañas y llanuras desérticas hacen que el destino sea idóneo para un evento que cada vez congrega más adeptos y que contribuye sustancialmente a la promocíon turística del país.