A 50 kilómetros al sur Lisboa se encuentra Setúbal, una ciudad portuaria rodeada por la Sierra de Arrábida y por el estuario del río Sado. De su  bahía, se dice que es una de las más hermosas del mundo; de su patrimonio histórico, marítimo y natural, que guarda algunos de los secretos más preciados del país vecino; y de su semblante, que es el el rincón más azul de Portugal.

Ya de regreso, y tras haber pasado unos días descubriendo los encantos de este municipio portugués, cayó en mis manos un libro en el que supe que el Tratado de Tordesillas fue firmado por los Reyes Católicos en el municipio castellano de Arévalo, y por el rey luso Juan II en la ciudad portuguesa de Setúbal (siempre creí que ambas partes lo habían firmado en 1494 en la fortaleza homónima del municipio vallisoletano en el que encerraran a Juana La Loca por cincuenta años). Si en efecto, portugueses y españoles, se repartieron en ese tratado las  tierras del Nuevo Mundo, asumí que ya por entonces Setúbal era un puerto importante. Por supuesto, también lo fue para fenicios y también para romanos, quienes la llamaron Cetóbriga. En su momento fue un reconocido foco de producción de sal y también de conservas de pescado; en la Edad Media floreció bajo el dominio árabe, y continuó su desarrollo tras ser reconquistada por los cristianos para proseguir su crecimiento económico y urbanístico. Algunas de las chimeneas que quedan en pie de los cientos de fábricas conserveras que aquí operaron, nos hablan de un rico pasado industrial del siglo XIX, un encanto obrero de esta urbe que en la actualidad goza de una vibrante vida cultural.

Ostras, sepia y moscatel

Sin lugar a dudas el pescado de este rincón es un referente en la nación lusa, y es el protagonista de las mesas de los restaurantes locales por su frescura y calidad gracias a las corrientes frías de esta costa y al fitoplancton de las laderas de la Sierra de Arrábida. Las sardinas “brillan” con luz propia y son motivo de varias festividades, de hecho, se consideran una de las siete Maravillas de la Gastronomía Portuguesa. Por su parte, las ostras, tienen una arraigada historia en el estuario del Sado, no en vano durante el siglo XX llegaron a censarse hasta 4.000 personas trabajando en esta industria, y hoy siguen teniendo protagonismo en el consumo local y en la exportación. Así lo pudimos constatar en una degustación en el mismo estuario donde se cultivan ofrecida por la empresa Expor Sado, y lo hicimos “al natural”, simplemente con unas gotas de limón.

Si hay algo que a día de hoy haga famosa a Setúbal es su “choco” o sepia, todo un símbolo de identidad local que cuenta historias del mar y que se prepara preferentemente frito, aunque el llamado “choco Pessoa” evoca la célebre escultura del escritor portugués del Café A Brasileira de Lisboa. No obstante, la caballa, y también los salmonetes, el rape o el besugo se suman al festín marino y gastronómico de esta zona. Aunque aquí se producen muy buenos vinos rosados, blancos y tintos, no hay mejor representante de Setúbal en este campo que el Moscatel; que siempre pone el toque dulce de la mejor manera, es el rey por excelencia con su propia Denominación de Origen Controlada.

Uno de los mejores mercados de pescado del mundo

Inaugurado en 1876 y reconstruido en la década de 1930, el Mercado do Livramento, situado en una de las principales avenidas de Setúbal, es reconocido como uno de los mejores mercados de pescados del mundo. Este tradicional icono no solo ofrece una impresionante selección de pescados y mariscos frescos, sino también una vibrante variedad de frutas, verduras y vinos, creando un ambiente más que dinámico y lleno de color. Las paredes del mercado están decoradas con más de 5.000 azulejos, que narran la rica historia comercial y agrícola de Setúbal. Estos azulejos, junto con el suelo de patrones triangulares y bicolores en adoquines portugueses, aportan una estética única y encantadora al lugar. Además, se pueden apreciar en su interior cuatro esculturas que rinden homenaje a las principales profesiones del mercado, subrayando la importancia de estas tradiciones en la vida local. Para los amantes de los viajes y la gastronomía, este mercado es una visita obligada, una experiencia auténtica y fascinante en el corazón de una ciudad por descubrir.

 

La sierra de “la oración”

La palabra arrábida  proviene del árabe y significa “lugar de oración”, y el Parque Natural de Arrábida es todo un pulmón natural de once mil hectáreas que fue creado en 1976 y es espacio protegido catalogado como Reserva Biogenética del Consejo de Europa. La carretera N379 permite recorrerlo para admirar su flora y fauna con unos paisajes impresionantes que se disfrutan desde los miradores de Portinho de Arrábida (el más deseado de todo el país) y el del Norte. Desde la Atalaya de la Serra de Arrábida y la cima del Pico do Formosinho se observa toda la costa de Troia, Melides, Santo André y Sines. El gran reclamo de este parque son sus playas, algunas de las mejor catalogadas de Europa: playa de Albarquel, playa Maria Esguelha, playa Rainha, playa Figuerinha (la más cotizada con bandera azul), playa Galapos, playa Galapinhos (entre las mejores del continente), playa Coelhos, playa Creiro, Portinho da Arrábida y playa Alpertuche. En cuanto a patrimonio arquitectónico cuenta con el Forte Velho do Outao y el Convento de Santa María da Arrábida. Este último se erigió entre los siglos XVI y XVII. Se convirtió en un importante lugar de peregrinación y hogar de monjes, que vivían en celdas excavadas en las empinadas rocas de la cordillera de Arrábida. Con la supresión de las órdenes religiosas en 1834, el monasterio quedó abandonado, deteriorándose y llegando a un estado desolado, hasta que fue comprado por la familia Palmela y restaurado en las décadas de 1940 y 1950. En 1990, toda la tierra, que abarca 25 hectáreas en total, se vendió a la Fundaçao Oriente; y para su visita es necesario concertar una cita previa.

El gran protector de la costa

Construido en piedra de arquitectura militar y manierista del siglo XV es el Fuerte de San Felipe, conocido también como castillo o fortaleza. En la cima de una colina ha servido a lo largo del tiempo como protección de la costa portuguesa, y también como prisión, Su planta irregular se ha ido adaptando al terreno generando una forma única y singular. Cuando se ingresa por la Puerta de Armas, nos encontramos con la pequeña Capilla de San Felipe totalmente revestida de los típicos azulejos portugueses azules y blancos, uno de los lugares más deseados por los fotógrafos. A partir de las casamatas existentes se construyó la Pousada de San Felipe, actualmente en remodelación y con la intención de a abrir en los años venideros; su cafetería ofrece impresionantes vistas sobre la bahía de Setúbal, la Serra de Arrábida y la península de Troia.

Hitos de la arquitectura portuguesa

A pocos pasos de la Plaça de Bocage, en el centro de Setúbak y en una caminata salpicada por los encantos de una localidad que despierta al turismo con ímpetu, se llega al Convento y la Iglesia  de Jesús, hitos absolutos de la arquitectura lusa que marcaron el inicio del estilo manuelino. Las obras tuvieron lugar entre 1490 y 1496 y corrieron a cargo de Diogo Boitaca, el mismo que firmara proyectos como el Monasterio de los Jerónimos, la Torre de Belem o el Monasterio de Batalha. Desde 1961 en estas instalaciones se ubica el Museo de Setúbal cuyo mayor tesoro artístico son las 14 tablas del Retablo de la Iglesia de Jesús denominado “Primitivos de Setúbal, para los expertos el más representativo conjunto del Renacimiento Portugués.

Entre quesos y azulejos

La Sierra de Arrábida alberga algunos de los pueblos más bonitos de la zona, y uno de ellos es Azeitão, parada obligada para los amantes de los quesos. Aquí se fabrica uno de los derivados lácteos más deseados del país: el queijo de Azeitão, que similar a la torta del casar, es un queso muy cremoso de leche de oveja que se produce artesanalmente y se madura un mínimo de 60 días. Para entender este proceso recomendamos hacer una visita a la prestigiosa Queijaria Simões donde no solomente se puede disfrutar de una degustación sino, por supuesto, comprar el queso en su tienda boutique.

En su momento esta población fue el destino de vacaciones más apetecido por la nobleza portuguesa, y sus edificios y construcciones de ello dan fé. Aquí siguen existiendo varios alfareros artesanales, ceramistas del azulejo, muchos de ellos solicitados por  grandes fortunas y también por amantes del diseño y la decoración. De hecho, fue aquí, concretamente en Azulejos Leiveira, donde el célebre Christian Louboutain encargó los azulejos que revisten las estancias de su afamado hotel boutique. Visitar este taller artesanal permite admirar y entender los entresijos de esta técnica que tanta identidad ha dado a Portugal.

Una cita con delfines salvajes

Para poner punto final a este periplo y ratificar porqué a esta zona se le conoce como el “rincón más azul de Portugal”, nos embarcamos en el puerto de la ciudad de Setúbal para adentrarnos por agua en el parque natural del Estuario del Sado. Además de conocer más de cerca esta área geográfica que ocupa casi 24 mil hectáreas, nuestro propósito es avistar algunos de los casi treinta delfines mulares salvajes que habitan aquí permanentemente utilizando el estuario como área de alimentación y reproducción. Y ahí están, mirando a Troia, soñando con Comparta. Los hemos visto, hemos bailado con sus saltos y maniobras confirmando que esta zona del país hermano es simplemente un tesoro por descubrir, recomendable para cualquier escapada desde España donde pasear, disfrutar y comer plena y satisfactoriamente.

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