El significado del Slow Travel adquiere un especial sentido en esta comarca turolense donde los encantos medievales y renacentistas de sus pueblos destacan como en pocos sitios, el concepto de hospitalidad vanagloria a alojamientos y restaurantes, y el trabajo en equipo de sus gentes ha conseguido unos parámetros de calidad turística ejemplares que emocionan al viajero.
Qué difícil es encontrar una región que se aleje de cualquier precepto de masificación. Y más difícil es aún que el desarrollo turístico de una comarca, como es el caso de Matarraña en la provincia aragonesa de Teruel, esté cimentada, en gran parte, a partir de ese esfuerzo común de unos habitantes que buscan consolidar su destino -unidos ejemplarmente entre ellos- a partir de la calidad de sus productos turísticos e intentando siempre salvaguardar esas raíces que los encumbran gastronómica, natural, histórica y arquitectónicamente a ese pedestal de “destino selecto”.
El auge del vino y el aceite
En estas tierras los encantos brotan por doquier. El abrazo que se recibe de sus gentes es la muestra más transparente de hospitalidad, algo que no habíamos confirmado aún cuando desde la antigua estación de ferrocarril de Valjunquera avanzábamos en bicicleta por la vía verde de la Val de Zafan en un recorrido de 6 km que nos llevaría hasta la estación de Valdetormo, una acertada manera de entrar en contacto con esta comarca de Matarraña.
Pero ya en Calaceite -aquella población que recibe el apelativo de capital cultural de la comarca y que sus encantos se manifiestan en piedra y arquitectura- confirmamos con los productores del exquisito aceite gourmet “Mas de Castellans”, que la comarca trabaja unida por su singular posicionamiento dentro del mercado turístico.
La población, que se encuentra en el listado de los Pueblos más Bonitos de España, goza de edificios de gran valor, muchos de los cuales son el resultado del auge económico que entre los siglos XVII y XIX vivieran en estas tierras el aceite y el vino. El casco histórico es Conjunto de Interés Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural, y en él destacan su plaza principal parcialmente porticada y la Iglesia Parroquial de la Asunción, una de las obras barrocas más importantes de la comarca, levantada en el siglo XVIII. Las 3 vías principales que atraviesan la población conectan con las célebres capillas portales tan aferradas a esta zona: la de la Virgen del Pilar, la de San Antonio y la desaparecida de la Virgen del Rosario. Es precisamente el portal de la Capilla de la Virgen del Pilar el más complejo de todos: cada fachada es diferente de las otras y desde sus cuatro arcos se pueden contar hasta ocho calles. En la actualidad, mantiene su función religiosa y sus puertas se abren durante la festividad de la Virgen del Pilar y la del Corpus.
Las perdices de Picasso
Y la gastronomía brilla aquí con especial luz en el restaurante La Fonda de Alcalá, un establecimiento que data de 1922 cuando los abuelos del actual propietario, Miguel Alcalá, la fundaron. En la actualidad, también sus dos hijos – uno de ellos ejerce como chef- trabajan en esta casa de comidas que ha visto pasar a José Donoso, García Márquez, Vargas llosa, Geraldine Chaplin o Carlos Saura, entre otros. Pero sin lugar a dudas, Picasso es el culpable que las perdices guisadas de este lugar se hicieran famosas. Cuando el pintor malagueño se instaló en un pueblo vecino por una temporada, solía recibir este platillo de manos del famoso Juan Perucho (crítico gastronómico del ABC en los años sesenta) quien se las llevaba en “tuppers” a su domicilio. La hospitalidad de esta familia no conoce límites, dispuestos a agasajar al comensal como si fuera el único, se desviven en atenciones y no vacilan en compartir anécdotas, experiencias y recetas en cada mesa, una labor de promoción absolutamente transparente y que emana desde la pasión con la que trabajan. Y así nos lo deja claro Ignacio Alcalá, el chef, formado en algunos de los más prestigiosos restaurantes del mundo.
Sueños de artistas
Al llegar al parque natural “Los Puertos de Beceite” encontramos un proyecto que es toda una obra de arte en sí mismo. La española Eva Albarrán y el francés Christian Bourdais encontraron aquí el lugar de sus sueños después de buscarlo por medio mundo. Con el nombre de “Solo Houses” dieron vía libre a que diferentes arquitectos construyeran la obra de sus sueños. Así, el plan contempla la creación de 15 casas de mano de arquitectos emergentes o de renombre a quienes se les ha dado carta blanca para diseñar y construir sin limitaciones; un proyecto que es ya toda una referencia a nivel mundial y cuya pieza central será un hotel mimetizado en el entorno, diseñado por el chileno Smiljan Radic. No todas las casas están aún en pie, tan solo dos construcciones se mimetizan por ahora en el entorno, una casa circular con el vidrio como hilo conductor, obra de KGDVS (Bélgica), que de hecho hemos conocido muchos gracias a la serie de Netflix “Bienvenidos a Edén” con Amaya Salamanca como protagonista. La otra, es una obra brutalista donde el hormigón es el rey y que lleva la firma de Pezo Von Ellrichshausen (Chile). Esa unión entre arquitectura y paisaje es el hilo conductor de esta revolucionaria idea que adicionalmente cuenta con una exposición de Land Art que varía según la temporada. Estas muestras de esculturas e instalaciones al aire libre terminan por desafiar siempre el espacio traspasando los límites de lo que implica una exposición a puerta cerrada… A todo esto, se suma el viñedo Venta d’Aubert, de producción ecológica y un ambicioso plan de agricultura regenerativa. Una muestra más de esa búsqueda de destino exclusivo en la que están inmersos todos los personajes de la región.
El brillo del medioevo
Valderrobres, la capital de la comarca, es para muchos el pueblo más bonito de Matarraña. Su castillo es Monumento Nacional desde 1931, se trata de una fortaleza gótica del s. XII construida con la piedra extraída de la montaña en la que se apoya. Pero sin duda, cruzar el puente de piedra que se extiende sobre el río Matarraña para adentrarse en su casco histórico es el preludio de un viaje al tesoro medieval que nos aguarda. El palacio-iglesia de Valderrobres solía ser un sitio de reposo para los arzobispos de Zaragoza, a pesar de su escasa extensión física, limitada a tres calles llanas. Abundantes escalinatas enmarcan las esquinas ofreciendo unas vistas evocadoras; y sorprende siempre el color que da a las fachadas el pigmento conocido como azulete, utilizado como barrera contra el cólera en el siglo XIX, que asoma entre las capas de yeso descascarado añadiendo un aire de fascinante decadencia.
Papel para las obras de Goya
Desde el s. XVIII hasta el s. XX se aglutinaron en las poblaciones de Beceite y Valderrobres algo más de una docena de fábricas de papel en las que se producían, entre otras cosas, los afamados naipes de Don Heraclio Fournier o diversos filtros de papel para fabricantes de licores y cervezas como la italiana Cinzano o las españolas El Águila, La Zaragozana o Damm. Resulta también significativo contar al lector que las aguas del Matarraña y de sus afluentes Pena y Ulldemó, fueron utilizadas como fuerza motriz en el proceso productivo de pliegos de papel a partir de trapos de algodón, siendo el pintor Francisco de Goya su cliente más insigne. Si bien es cierto que la última fábrica cerró sus puertas por allá en los años 60, hoy en día es posible dormir en una de estas factorías reconvertida en hotel boutique. Se trata de La Fábrica de Solfa, un coqueto establecimiento con tan solo ocho habitaciones donde el mimo por los detalles es una constante y la gastronomía de su restaurante ha sido galardonada con un sol Repsol haciendo del lugar una parada obligatoria para deleitar una cocina moderna pero atrevida a cargo del chef Enrique (Quique) Micolau Álvarez. Sin duda este hotel le ayudará a entender, de la mano de su oferta experiencial el verdadero significado del Slow Travel y el turismo inteligente. Para ello recomendamos darse la oportunidad de realizar sin prisa alguna el sendero que llega hasta el nacimiento del río Matarraña y disfrutar del Parrisal de Beceite, un entorno natural que acelerará sus propiedades sensoriales.
Masmut, las rocas de nombre bereber
Las rocas del Masmut, cuyo nombre podría derivar de Masmuda, una tribu bereber marroquí que estuvo aquí asentada en tiempos de la ocupación árabe, es uno de los símbolos de Peñarroya de Tastavins, y fuente de innumerables referencias, poesías y leyendas. Se trata de un impresionante monolito de paredes verticales de más de cien metros de altura, con diferentes formas y perspectivas. En ellas habita una importante colonia de buitres que sorprenderán con sus acrobáticos vuelos a todo aquel que se atreva bien a escalarlas bien a recorrer los senderos a su alrededor.
Noches impregnadas de historia
Son muchos los actores, políticos, deportistas de élite e intelectuales que se han enamorado de unas tierras, que gracias a sus rasgos distintivos y autenticidad se han convertido en un destino de calidad sin precedentes en España. Ellos tienen casas de recreo o segundas residencias en estos lares, pero si no es su caso, no pasa nada. En Matarraña usted puede “soñar entre muros centenarios”, y prueba de ello es el hotel El Convent 1613 en la población de La Fresneda, que ubicado en un convento del s. XVII cuenta con 20 habitaciones además de estar exquisitamente reformado destacando sus suelos de barro cocido, las baldosas hidráulicas de más de un siglo o sus techos abuhardillados con “revoltón aragonés”.
Antiguamente cuando los viajeros recorrían afamadas rutas de peregrinación pasaban por lugares donde convergían la historia con la naturaleza, tal es el caso del pueblo de Peñarroya de Tastavins donde se encuentra la Hospedería el Santuario de la Virgen de la Fuente, una auténtica joya del mudéjar aragonés, un singular y pequeño alojamiento cuya gestión depende del más que celebre y cercano hotel Torre del Visco (miembro de la asociación Relais & Châteaux) donde es posible pernoctar con la historia, aunque son muy pocas habitaciones.
La techumbre mudéjar de su ermita gótica hace parte del Patrimonio Mundial de la Unesco; una manifestación genuina fruto de la convivencia de las culturas musulmana, cristiana y judía en los reinos hispánicos. En su decoración destaca la cruz de Caravaca y sus decorados son motivos heráldicos, geométricos y vegetales. Las ermitas, el claustro, sus quince fuentes y los jardines de todo el recinto fueron declarados Bien de Interés Cultural en 1931, asegurando su conservación para las generaciones venideras.
AMOR por lo autóctono
Pasión por lo que se hace, devoción por la tierra y convencimiento de ofrecer un producto de calidad ayudan a definir a los empresarios que aquí trabajan decididos a hacer de Matarraña ese lugar que despierta el alma del visitante. Su labor está cuajando de tal manera que, respetando siempre el medio ambiente y plasmando sus conceptos afables y honestos como anfitriones, consiguen ofrecer productos y experiencias únicas que van a resonar para siempre en la banda sonora del conjunto de viajes de nuestras vidas.
Las condiciones geográficas y climáticas hacen que aquí se produzcan grandes vinos blancos a a partir de garnacha blanca, macabeo o chardonnay; y tintos procedentes de tempranillo o garnacha tinta. Bayod Borrás con sus espumosos -uno de ellos con trufa de Teruel-, los vinos de garaje, mejor conocidos como Slow Wines de la Bodega Mussols, el respeto por la tierra del abuelo de la bodega Mas de Torubio o los vinos de la IGP Bajo Aragón de Lagar d’Amprius son ejemplos de esa meta que parecía inalcanzable pero que ya han sobrepasado los bodegueros de esta comarca. Lo mismo ocurre con los quesos de La Fresneda o con los Jamones Peñarroya donde el esfuerzo los va elevando a las cumbres gastronómicas. Y quizás la mejor manera de poner fin a esta inmersión en Matarraña sea poniendo el broche final de la experiencia con una comida en el Restaurante Posada Guadalupe donde la proximidad, el respeto hacia el producto y la coherencia empresarial imperan desde 1940.
En cada rincón de esta tierra, se percibe el compromiso compartido de sus gentes por preservar y compartir su patrimonio, convirtiendo a Matarraña en un destino que toca el alma de quienes lo descubren.