La cultura maya sigue muy viva en Yucatán, ese enorme territorio compartido por los estados mexicanos de Yucatán, Quintana Roo y Campeche más todo Belice y parte de Guatemala. Pese a los desmanes de la conquista española, permanecen aún muchas de las costumbres y tradiciones de ese pueblo ancestral. Y también parte de sus creencias, diluidas en una suerte de sincretismo con la religión católica.

Tal y como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la Historia, la Iglesia acabó levantando sus templos con las piedras labradas rescatadas de aquellos templos, palacios y pirámides mayas destruidos por la sinrazón.

Pero la muestra más evidente de la pervivencia de la cultura maya, cuyos orígenes se remontan a unos 4.000 años, es su lengua, que se siguen hablando en Yucatán. Y también el orgullo con el que los guías mayas muestran los complejos arqueológicos descubiertos hasta el momento.

Chichen Itzá, Patrimonio Mundial

El más conocido y admirado de ellos, Chichen Itzá, está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1988. Es también el tesoro maya más visitado, incluso se antoja que demasiado. Por eso, quizás, como primera toma de contacto con el antiguo mundo maya sería recomendable elegir alguno de los otros sitios arqueológicos, menos masificados, repartidos por Mesoamérica.

En el estado de Yucatán están varios de ellos. Por ejemplo, Ek Balam, con su gran palacio (o acrópolis, que no pirámide), considerado como una de las construcciones más grandes de la región. El regalo que espera tras ascender la empinada escalera que divide en dos su fachada es contemplar el espeso bosque subtropical seco que lo rodea. Una gran llanura que evidencia la singularidad geológica de Yucatán: esta península surgió del fondo del océano por el impacto del gran meteorito que, hace millones de años, provocó la extinción de los dinosaurios.

La singularidad de los cenotes

Ese fenómeno fue también el responsable de otra de las singularidades geológicas de Yucatán: los cenotes. Que no son sino cuevas kársticas con el fondo cubierto de agua. Así, junto a Ek Balam está el cenote Xcanché, a cielo abierto. Un círculo natural rodeado de una espesa vegetación, en el que el sonido de las aves sólo se ve interrumpido por los chapuzones y el eco de las voces de los bañistas.

Lo que hoy es una refrescante diversión para los visitantes fue (y sigue siendo) algo muy diferente para los mayas. Según sus creencias, los cenotes son puntos de conexión entre el mundo visible y el inframundo (o Xibalbá), lugar en el que viven las almas de los fallecidos, los dioses misteriosos y también los entes que encarnan la miseria, el miedo, el hambre o la muerte. Para los mayas, los cenotes son enclaves sagrados en los que hay que penetrar con respeto y tras un ritual chamánico. De hecho, en la entrada de algunos de ellos se ofrece esta posibilidad a los visitantes.

Más de 2.500 cuevas

La lista de cenotes en Yucatán es enorme: se calcula que más de 2.500, algunos de ellos en propiedades privadas y muchos otros aún inexplorados. Entre los visitables, es una delicia sumergirse en las aguas de Chukúm, como también lo es Suytún, uno de los cenotes más instagrameados y tik-tokeados debido a la península artificial situada bajo la apertura natural de la bóveda, a través de la que se cuelan los rayos del sol.

Lo recomendable es visitar estos cenotes en horas de menor afluencia (por la tarde, por ejemplo), tal y como hacen los receptivos que trabajan para empresas como la española Icárion, en referencia a Ícaro, el personaje de la mitología griega que quiso volar. Esta marca, operador para grandes viajes del grupo World2Meet (Iberostar), ofrece, además de los habituales tours en grandes buses, la posibilidad de viajar en grupos menores. Esto, aparte de optimizar los tiempos de visita, posibilita una experiencia más personalizada y (casi) familiar. Y, por supuesto, también un menor impacto ambiental.

Haciendas del Mundo Maya

En cuanto al alojamiento, una forma de comprender parte de la historia del estado de Yucatán es dormir en algunas de las Haciendas del Mundo Maya. Esta fundación ha dado nueva vida a lo que fueron las plantaciones, secaderos y fábricas de henequén, especie con que se elabora la fibra de sisal. Hasta la creación del nailon, el sisal de Yucatán recorrió el mundo entero como base para la confección de sacos, asientos, las hamacas en las que dormían sus (prácticamente esclavizados) recolectores, maromas de barcos, vestuario y artesanías.

Los glamurosos hoteles rurales en que se han convertido parte de esas haciendas tienen habitaciones de diseño clásico en las que los techos alcanzan los cinco metros de altura. Están rodeadas de exuberantes reservas botánicas y su propuesta gastronómica es de muy alto nivel. Pero la labor de esta fundación va más allá del alojamiento, en una suerte de economía circular de la que se benefician las comunidades que habitan en torno a las haciendas.

Yacimiento de Uxmal

De regreso al tema maya, se impone una visita al complejo arqueológico de Uxmal, próximo a Mérida, capital del Estado de Yucatán. Las dimensiones de este yacimiento, cuyos edificios se distribuyen a lo largo de dos kilómetros, son enormes. Y eso que sólo se ha descubierto una pequeña parte de la que fuera una de las más importantes ciudades mayas del periodo clásico. Los esquemáticos relieves que decoran las zonas visibles de edificios como la Pirámide del Adivino, el Palacio del Gobernador o el Juego de Pelota son una muestra de su esplendor.

Convendría también parar en Valladolid. Es una de las localidades coloniales mejor conservadas de Yucatán, con sus casas con patios y fachadas de vivos colores junto a edificios tan notables como la iglesia de San Servacio (siglo XVI) y el impresionante Monasterio de San Bernardino de Siena (siglo XVI). Es también un notable centro de intercambio, con sus tiendas de artesanías y también el mercado municipal, donde a diario venden sus coloridas frutas, verduras, cereales, especias y resto de aderezos culinarios mujeres mayas que no hablan más español que el necesario para el breve intercambio comercial. Muy cerca del mercado se preserva una conexión con el pasado más remoto: el cenote Zaci, hoy reconvertido en zona recreativa con su propio restaurante.

Valladolid, Pueblo Mágico

Valladolid está en la lista de Pueblos Mágicos de México, como Izamal, localidad que se caracteriza por el color dorado que muestran casi todas sus fachadas. El edificio más importante es el convento de San Antonio de Padua (siglo XVI), junto a la plaza Zamná (nombre también de uno de sus más recomendables restaurantes). Un conjunto monumental de enormes dimensiones, levantado (cómo no) con los materiales de antiguas construcciones mayas.

Pese a las barbaridades del pasado, una de las particularidades de Izamal es que, integradas en el casco urbano, sobreviven cuatro pirámides y otras muchas muestras arquitectónicas del periodo maya. Entre ellas, destaca, por su tamaño, la de Kinich Kak Moo. Desde su cúspide se domina una magnífica panorámica de Izamal, casi un oasis en medio de la verde llanura yucateca.

Reserva de Ría Lagartos

Por último, sería imperdonable no visitar algunos de los espacios protegidos del Estado. Por ejemplo, la Reserva Especial de la Biosfera de Ría Lagartos, en la desembocadura de ese río. Allí conviven, entre manglares y marismas, animales como jaguares, ocelotes, monos araña, cocodrilos de pantano, tortugas… Pero los protagonistas principales de este espacio son los flamencos, que comparten espacio con pelícanos, cormoranes, garzas, águilas y zopilotes, entre otras muchas especies.

Aquí también se encuentran las salinas de Las Coloradas, cuyas aguas rojizas regalan algunas de las estampas más singulares de la visita a la no menos particular (y recomendable) Península de Yucatán.

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