Las islas de Capri, Ischia y Procida tienen en común que comparten las mejores vistas del Golfo de Nápoles. Son las grandes joyas del mar Tirreno y el destino ideal para los que aman los paisajes marinos y el descanso y no quieren renunciar a la vida cultural y de ocio. Prócida es la más pequeña, Ischia es la mayor y Capri es la más célebre y coqueta. Os contamos por qué hay que visitar estas espectaculares islas.

Comenzamos nuestro itinerario por Capri, la isla azul, enclavada como una sirena en el Golfo de Nápoles. Evoca la ‘Dolce Vita’ y es un emblema de la alta sociedad de todas las épocas. Es sinónimo de vacaciones elegantes y caras. Sin embargo, todo el mundo pasa por aquí alguna vez en la vida aunque sólo sea para fotografiar los farallones o para vivir una noche romántica. Este pequeño paraíso ha alojado los más grandes personajes de la historia, del cine y de la cultura. Nosotros también. Y hemos disfrutado de un paseo en barco hasta la Grotta Azurra y de un café en la Piazzetta de Capri. Y de una visita a la Villa de Tiberio (Villa Jovis), la mejor conservada de sus 12 casas. El emperador, durante su exilio voluntario en la isla en el año 27 a. C., hizo construir un pasaje hasta la gruta, conocida como la del Arsenale, que domina la bahía de Marina Piccola. A Tiberio le encantaba acceder directamente y sumergirse en el mar, lejos de miradas indiscretas

Ischia es la isla más polifacética para el turista ávido de mar y montaña, de deportes acuáticos y de excursiones. Y para quienes buscan cuidados, ofrece bienestar termal. Encontramos un balneario para todos los gustos y todas las posibilidades económicas. Antes de 1951 la isla era un lugar desconocido, hasta que, ese mismo año, el magnate Angelo Rizzoli desembarcó en las aguas de Ischia con su yate. El turismo, en aquella época, no estaba desarrollado y Rizzoli invitó a la isla a estrellas de Hollywood, pintores y músicos de diversos orígenes. Después, los turistas llegan tras la construcción de hoteles y spas.

Burton, Chaplin, Liz Taylor…

Angelo Rizzoli fue un precursor de la promoción de Ischia en el mundo, gracias a sus revistas. En los años 60, la fama de la isla se disparó, a través de actores como Richard Burton, Liz Taylor, Ava Gardner, Charlie Chaplin y los duques de Windsor, que se enamoraron de Ischia. La sociedad del jet añade atractivo a la nueva ‘sirena’ de Nápoles, nacida como cenicienta para convertirse pronto en princesa.

Para el turista exigente, recomiendo el Hotel Re Ferdinando 4 estrellas, con un centro de spa incorporado, agradables veladas en el piano bar, bailes por las noches y veladas de gala. Está situado en Ischia Porto, no lejos de la playa y de las glamurosas calles comerciales. En este hotel  se puede apreciar la buena cocina, los servicios y la amabilidad del personal, con una excelente relación calidad-precio. En Forio, un bonito pueblo en el noroeste de la isla, recomendamos el Hotel Iris: por la comida, la hospitalidad, el ambiente relajado y las hermosas playas de Chiaia y Citara. Desde aquí se pueden admirar hermosas puestas de sol subiendo hacia la Iglesia del Soccorso, justo en la punta del promontorio.

Los turistas llegan a Ischia incluso para pasar sólo un fin de semana agradable (el Aeropuerto Internacional de Nápoles está conectado con varias ciudades europeas y de otros continentes; las conexiones por mar están activas en todas las estaciones). Durante el año las ofertas de todo incluido son atractivas, debido al clima templado, el mar cristalino y los balnearios. Entre ellos destacan los Jardines de Poseidón, que se desarrollan en una zona verde de terrazas con vistas al mar y piscinas con agua a diferentes temperaturas, cascadas, senderos Kneipp y saunas. También se pueden realizar tratamientos con barros ricos en oligoelementos. El acceso cuesta 40 euros. No menos importantes son los Jardines de Afrodita, las Termas de Castiglione, Bagnitiello y Negombo. Es necesario reservar para acceder. En algunos meses de invierno pueden estar cerrados.

Manantiales y pozas naturales

Hay centros de spa con aguas termales incluido en los propios hoteles, donde podrás aprovechar tratamientos como baños de barro, inhalaciones y piscinas con propiedades curativas. Una experiencia imprescindible es pasar unas horas en la Bahía de Sorgeto durante la temporada de verano, cuando el mar está en calma. Se puede acceder de forma gratuita a través de unas escaleras  de 234 pasos: la recompensa es mayor que el esfuerzo. Son manantiales que emergen del subsuelo y crean pozas naturales de diversos tamaños. Se puede llegar en bus hasta Panza. Otro manantial muy querido por los antiguos romanos es el de Nitrodi, llamado Fonte delle Ninfe, el balneario más antiguo del mundo rodeado de vegetación y bellas vistas. Las propiedades curativas de estas aguas siguen certificadas por el Ministerio de Sanidad. Los manantiales de Nitrodi se encuentran en Buonopane, en la aldea de Barano. Se accede a ellos mediante pago y también se puede llegar en transporte público.

El balneario más importante desde el punto de vista histórico y cultural es Cavascura. Su origen se remonta a los griegos, que fueron los primeros en beneficiarse de ellos. Además de baños en bañera, hay tratamientos de barro y saunas. En una cueva especial se practican las antiguas ‘stufe’: inhalaciones de los vapores exhalados desde el corazón de la piscina termal.

Para los amantes del deporte sugiero llegar, con un guía, a las Fumarole di Bellomo, una zona plantada de vides, agricultura heroica realizada con muros de piedra seca y terrazas. A lo largo del camino se encuentran bodegas excavadas en la toba verde del monte Epomeo. Aquí nos encontramos con un bello elemento del paisaje, el cyperus polystachyus, también conocido como papiro de las fumarolas. Es una planta subtropical que crece de forma espontánea cerca de los vapores liberados del subsuelo de origen volcánico.

Una atmósfera oriental

No muy lejos de Forio y Panza, están los Jardines de Mortella, un pequeño paraíso, integrado entre formaciones rocosas de lava, enriquecido por invernaderos tropicales y una gran variedad de plantas, flores y cursos de agua. Es una especie de invernadero de la abundancia, creado por el arquitecto paisajista Russell Page y nacido para sorprender. Cada detalle aporta un toque exótico. Aquí está la sala Thai, un lugar de meditación inmerso en una atmósfera oriental, entre flores de loto, peonías, bambú y arces japoneses. Los jardines están abiertos de abril a octubre.

Para los amantes de la aventura y la naturaleza salvaje, Ischia ofrece, en el municipio de Serrara Fontana, un auténtico cañón formado por pináculos de toba blanca, antiguas esculturas creadas por el viento que representan un aspecto de la metamorfosis de la isla. Pero el pueblo más chic y solitario de Ischia es Sant’Angelo, alejado de las multitudes y del tráfico. Tiene casas de colores pastel y estrechas calles peatonales que suben por la ladera del promontorio donde nace el propio pueblo. Desde Ischia Porto se puede llegar al pueblo en media hora en autobús local.

Toca dedicar unas líneas al aspecto gourmet de las vacaciones en Ischia. Desde el punto de vista culinario, hay un plato típico que supera todos los sabores del mar: el conejo a la isquia y los bucatini aderezados con salsa de conejo. Hay una buena oferta de vinos DOC Biancolella y Piedirosso. El licor típico de la isla es el Rucolino, elaborado a base de rúcula silvestre, para degustar como digestivo. Se recomienda almorzar en el Restaurante Taverna Verde – da Morzaziello en Serrana Fontana, considerado el más auténtico (50 años de experiencia culinaria) donde se cocina el conejo acompañado de ingredientes kilómetro cero, incluido el propio conejo. Como alternativa, el Restaurante Da Assuntina, cerca del gran puerto. Aquí ofrecen diversas especialidades de marisco a base de pez espada, atún, pulpo y pescado azul rigurosamente frito.

El Castillo Aragonés

Al acercarte a la isla, lo primero que llama la atención desde el ferry es el Castillo Aragonés. Este complejo edificio fue refugio de los griegos desde el 474 a.C. En 1441, Alfonso de Aragón lo transformó en una ciudadela fortificada. Se puede acceder a él mediante ascensor o a través de un túnel excavado en la roca. Desde allí es posible admirar las hermosas vistas del Golfo de Nápoles, la iglesia de la Inmaculada Concepción, la catedral de la Asunción y el convento de las Clarisas.

Las mejores conexiones con el continente son posibles desde el puerto de Nápoles y Pozzuoli y son más frecuentes durante el verano. El cruce dura entre 50 y 60 minutos. El transporte de pasajeros y el coche es posible con varias compañías navieras. Los hidroalas aterrizan en  la aldea de Casamicciola.

Procida es la tercera isla en tamaño de la región de Campania. Elegida Capital Europea de la Cultura en 2022, tiene 4,1 kilómetros cuadrados y está a tres kilómetros de la costa. Sobresalen sus casitas coloridas, con tonalidades brillantes, que con sólo mirarlas alegran el ánimo. Sus pequeñas playas ofrecen aguas cristalinas, blancas y doradas. Incluso durante la época de mayor flujo turístico, Procida ofrece una sensación de tranquilidad. La isla  es conocida por ser escenario de la película Il Postino (El cartero), obra maestra del director y actor Massimo Troisi. La película cuenta la historia de la estancia del poeta Pablo Neruda en Procida y su relación con el propio cartero. En la isla hay una playa muy pequeña, en forma de herradura, la playa de Pozzo Vecchio, que es conocida como la Playa del Cartero.

Un pueblo medieval

La primera maravilla de la isla es el pueblo medieval de Terra Murata, el más antiguo, con el Palazzo d’Avolos dominando la vista. Aquí se conserva una fortaleza construida en el siglo XV. Desde lo alto de Terra Murata se puede gozar de la espectacular vista de la aldea costera La Corricella, con las antiguas casas de pescadores que parecen surgir de un lugar irreal. El pueblo mantiene el ambiente y la arquitectura del siglo XVIII, con sus escaleras y calles estrechas salpicadas de pequeñas tabernas y ‘trattorias’ que dan menús basados en el pescado más fresco. La pesca en la isla es rica en atún, pez espada, pulpo y muchos crustáceos que enriquecen los típicos Espaguetis a la Marinara. Los restaurantes La Pergola y La Medusa ofrecen pizzas y pescados de excelente calidad.

Vale la pena experimentar un almuerzo o cena con vistas a la Marina Grande, el puerto principal. Aquí llegan ferries e hidroplanos desde Nápoles y otros puertos de la costa Flegrea, la zona de origen volcánica de Nápoles. Desde aquí salen barcos con excursiones, una experiencia para disfrutar de la buena comida, nadar, hacer snorkel y tomar fotografías submarinas en los fondos más transparentes de la isla. Cerca de Piazza Marina Grande se encuentra la Spiaggia della Lingua y continuando por la costa se llega a la Spiaggia dell’Asino, citada por la escritora Elsa Morante en su libro L’isola di Arturo. La playa más célebre es la de Chiaiolella. Aquí se encuentra la mayoría de instalaciones turísticas, alojamientos, casas de vacaciones y B&B.

Otra playa sugerente es la de Chiaia. Se asoma a un acantilado rocoso con aguas aptas para la práctica de deportes acuáticos. Cerca de la playa, el Hotel Teresa Madre, con una buena relación calidad-precio. Otro alojamiento es La Finestra sul Mare, un apartamento muy cerca de la playa de Chiaiolella, o el B&B Hostelletella, al que se accede desde lo alto de Terra Murata, bajo el Santuario de Santa Maria delle Grazie. El loft es acogedor y  su gran terraza ofrece vistas al pueblo costero de Corricella. Pina gestiona esta pequeña ‘joya’ y es quizá la última encajera que borda artesanalmente accesorios para eventos especiales: bodas, nacimientos, comuniones. Una artesanía que hace de Procida un lugar amante de las tradiciones que evocan tiempos en los que por las calles pasaban mulas, luego reemplazadas por Api Piaggio (la marca de la Vespa), que se convirtieron en pequeños taxis conducidos por marineros.

Los aromas de la isla

Para que los aromas de la isla sean imborrables, el maitre perfumiere Rosaria Cantagallo ha montado una pequeña tienda de perfumes que llevan el nombre de los pueblos de Procida, entre ellos Terra Murata, en los que prevalecen notas de almizcle negro, tabaco y higo chumbo, esencias que reinan en el aire.

Procida está conectada a través de un puente tibetano de unos 362 metros con la isla de Vivara, que hace miles de años, eso dicen, formaba parte de la propia isla. Visto desde arriba, parece la cola de un gato. La ‘cola’ fue un coto de caza durante la dominación borbónica y actualmente forma parte de los parques naturales protegidos, accesible también desde el mar. Se puede visitar desde el mes de abril hasta octubre con guía naturalista, previa reserva. Si hay tiempo, recomendamos visitar Pozzuoli, Bacoli y Baia, tres pueblos costeros cerca de Nápoles, que forman parte de los Campi Flegrei, donde se produce un excelente vino, como el  Falanghina o el Aglianico Campano.

Los Campi Flegrei son una tierra viva. Los antiguos romanos las eligieron como destino de vacaciones y aquí construyeron suntuosas villas resurgidas durante las excavaciones arqueológicas, además de las Termas de Baia o el famoso Templo de Venus, una joya del emperador Adriano.  El templo presenta similitudes con la Villa de Tívoli, emblema del lujo extremo en el que vivían los patricios en la antigua Roma.

Subiendo al Monte Procida, se puede disfrutar de una vista impresionante del lago Bacoli. Aquí está el puerto de Capo Miseno, que en la antigüedad fue el cuartel general de la flota romana desde la época del emperador Augusto. La provincia de Nápoles es la historia de nunca acabar: la belleza está en todas partes.

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