Foto: El Correo de Pozuelo

En el nuevo episodio de Frecuencia Viajera, el podcast de topV!AJES, viajamos a Calafell el que fue durante unos años centro de la literatura hispanoamericana. Por su paseo marítimo caminaron un trio de premios Nobél y varios galardonados con el Cervantes. Eran Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Jorge Edwards, José Donoso, Jaime Gil de Biedma, los hermanos José Agustín, Juan y Luis Goytisolo y Terenci y Ana María Moix. Los llevaba a veranear y a navegar por la Costa Dorada, el poeta y editor Carlos Barral. 

Cada uno de ellos disfrutó unos días, incluso semanas, del sol y la playa, también de charlas y tertulias en la Espineta, una taberna marinera que regentaba la mujer de Carlos, Yvonne.

Pertenecía a la familia Barral y era el lugar de encuentro de estos ilustres tertulianos. Se convirtió en una especie de puerto emocional de los amigos del escritor y allí los marineros y pescadores del lugar, entonaban canciones de taberna o habaneras.

Foto: Diari de Tarragona
Foto: Diari de Tarragona

Aquel pequeño pueblo costero se erige como un testigo más del genio creativo estos inmortales escritores. Fue mucho más que un escenario de vacaciones. Se convirtió en el rincón donde se forjaron amistades profundas y se gestaron algunas de las obras recordadas del literato peruano.

La conexión entre Vargas Llosa y este pueblo a medio camino entre Barcelona y Tarragona, se cimentó en la amistad con Carlos Barral, auténtico promotor de la literatura latinoamericana.

En esa casa, hoy convertida en museo, el Vargas Llosa encontró un verdadero refugio lejos del bullicio urbano. Allí, frente al mar y en compañía de Barral y su familia, escribió partes fundamentales de La casa verde y dio inicio a Conversación en la catedral.

Seguramente desde el balcón de su casa, los dos escritores hablaban de eternidad. «El mar es lo que más se parece en el mundo físico, a la idea de la eternidad».

El padre de Carlos, aficionado a la pesca de altura, llegó a Calafell en abril de 1925, arrastrado por un temporal. No solo encontró refugio en aquel humilde barrio de unos 150 pescadores, sino un lugar en el que vivir. Barral nació en Barcelona, pero a los dos años se trasladó a este pueblo de la costa tarraconense.

De su presencia, una de las figuras más importantes del panorama cultural español de la segunda mitad del siglo XX, y el más emblemático personaje del municipio, quedan su legado cultural, y la Casa Barral, con una fachada pintada con colores del Mediterráneo: el blanco y el azul marinero… También su elegante balcón de madera.

«El viejo balcón de la casa cumplía hace cuarenta años una función ancestral en los pueblos marineros, la del saludo o la despedida. Ahora es un mirador nostálgico y decididamente anacrónico».

Danae, hija del editor barcelonés siempre recordaba un curioso regalo que le hizo el escritor peruano. Un ocelote traído de la selva amazónica y con el que jugó durante varios años.

Foto: El Correo de Pozuelo
Foto: El Correo de Pozuelo

Las esporádicas reuniones de todos estos genios de la literatura hispanoamericana no son simplemente encuentros sociales en Calafell, sino el reflejo de una época en la que el intercambio entre escritores como Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Julio Cortázar, Jorge Edwards y, por supuesto, Vargas Llosa ayudó a definir una nueva era en la narrativa en castellano. Es en este entorno donde las influencias, tanto literarias como personales, se entrelazaron para crear obras que han marcado la literatura mundial del último siglo.

En el bar L’Espineta, un pequeño local fundado por Carlos Barral cerca de su hogar, se gestaron intensos debates, veladas entre aquellos contertulios que se extendían hasta la madrugada. El lugar, que hoy sigue conservando rincones y mesas emblemáticas, es un recordatorio palpable de aquellos instantes en que la palabra y la amistad se fundían con la brisa del Mediterráneo.

Durante sus visitas los escritores latinoamericanos vivieron la transformación del municipio en los años 60. De aquel Calafell marinero, casi no queda nada de sus orígenes.  Este cambio físico y emocional de la ciudad le dolía Barral.

En pocos años las botigues, las casas de los pescadores,  dejaron paso a edificios de apartamentos y hoy en día es uno de los destinos turísticos más importantes de la costa central catalana, que atrae a visitantes del norte de la península, barceloneses, franceses, alemanes, ingleses y holandeses. Un lugar ideal para el veraneo familiar.

Décadas más tarde decenas de miles de turistas llegan cada verano para disfrutar, igual que hicieron ellos, de sus cinco kilómetros lineales e ininterrumpidos de playa. A lo que hay que añadir su paseo marítimo que desde la década de los 60 hizo de frontera, separando el campo del mar.

«Calafell era también escenario del clásico veraneo familiar, con excursiones en automóvil, esos juegos de playa que son como un ritual de la religión felicitaría del aire libre y del ejercicio espontáneo y también los afectos y las visitas de los amigos y familiares lejanos cuando las familias veraneaban eternamente».

Aunque el legado de Vargas Llosa en esta población costera es más simbólico que tangible, su presencia se perpetúa a través del Congreso Barral, evento que homenajea a aquellos escritores con los que el editor compartió una relación especial. Este año, el congreso ya estaba previsto dedicarlo al escritor fallecido, mostrando cómo el entorno del pueblo costero ha contribuido a consolidar el boom latinoamericano y ha convertido a Calafell en un referente cultural.

Además, el paseo por su paseo invita a recorrer no solo la casa de Barral, sino también los recodos del litoral que inspiraron a estos escritores y otros artistas. La gastronomía, los pequeños restaurantes con encanto, y hasta edificios que han figurado en películas, son parte del entramado de una localidad que sigue siendo testigo del paso de estos grandes de la litaratura mundial del siglo XX.

 

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