Sobre una ensenada de la Costa Bermeja, en los Pirineos Orientales franceses, se encuentra Colliure, uno de los pueblos más bellos del sur de Francia. Su luz ha seducido a numerosos pintores a lo largo de los años, y fue también aquí donde Antonio Machado, el poeta más joven de la Generación del 98, encontró la muerte en 1939 tras su exilio debido a la Guerra Civil Española. topV!AJES recorre sus calles en busca de esa luz que inspiró el arte y, al mismo tiempo, fue testigo de un doloroso destierro.

Con lo puesto. Así llegó Antonio Machado a esta ciudad francesa en la que encontraría la muerte. Viajaba con su madre, su hermano José y su cuñada Matea. Desde que saliera de Madrid, en un peregrinaje que buscaba el exilio, los sufrimientos físicos y morales no fueron pocos, y su cuerpo, ya desgastado, los notaba con especial acento. Su maleta y sus posesiones se esfumaron en algún lugar del penoso trayecto. Su alma se encogió en la estación de Cerbère al ser testigo de las levas de españoles que eran trasladados a los campos de refugiados de Argelès y Saint Cyprien.

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Ya en Francia, los Machado consiguieron embarcar en un tren hasta la ciudad costera de Colliure el 28 de enero de 1939 a donde llegarían acompañados de la lluvia. Don Antonio, a pesar de las condiciones meteorológicas, creyó reconocer, en los escasos momentos en que las nubes se retiraban del Mediterráneo, el sol de su niñez, “esos días azules…”

El sol de esta costa que impresionara las pupilas de Picasso y de Chagall, pero sobre todo las de Matisse, Derain y Dufy, quienes convirtieron esta localidad en manifiesto plástico del fauvismo. Un pueblo alegre y bullicioso en verano, y romántico y bucólico en invierno, que hoy por hoy es uno de los más hermosos del sur de Francia.

Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

En una coqueta plaza de Colliure se encuentra el hotel Bougnol-Quintana al que llegara exhausta la familia Machado, propiedad entonces de Madame Pauline Quintana, una simpatizante de la República que en sus estudios nocturnos había caído rendida ante los poemas de nuestro escritor, poeta y profesor de francés.

Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

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Nuestra Señora de los Ángeles

Este hermoso edificio religioso de estilo gótico se construyó en la segunda mitad del siglo XVII para reemplazar la destruida Iglesia de Sainte-Marie, ordenada por Vauban, el célebre arquitecto de Luis XIV. En su interior destacan los retablos de San Juan, el altar mayor, el Santísimo Sacramento, la Preciosa Sangre, San Vicente, Santa Eloi, Santa Lucía, Nuestra Señora de Lourdes con su estatuaria del siglo XVIII; y como colofón, el tesoro de Colliure con cruces procesionales, custodias, candelabros, relicarios, buretas y ornamentos del siglo XVII.

En este templo descubrió Machado el lema “religioso” que durante toda su vida iluminó sus principios republicanos: “Liberté, egalité, fraternité”, y también el espléndido retablo del catalán Josep Sunyer o el campanario medieval, asomado en vertical sobre las aguas del puerto.

El Château Royal y el exilio

El Castillo Real de Colliure es uno de los grandes tesoros de la ciudad. Esta fortaleza, cuya poderosa muralla exterior fue reforzada por el ingeniero militar Vauban, cuenta con una historia que se remonta a documentos visigodos del siglo VII, siendo testigo del paso del tiempo y de innumerables leyendas. Por aquí han desfilado los templarios y los reyes de Mallorca, y también los Habsburgo, los Borbones e incluso los reos republicanos españoles.

Hoy en día, además de su grandeza arquitectónica, el castillo invita a sumergirse en una historia más reciente y profundamente conmovedora: la del exilio republicano español. La exposición que se exhibe en su interior es una visita imprescindible para todo aquél que desee comprender el sufrimiento y la esperanza de quienes huyeron del franquismo, buscando refugio al otro lado de la frontera.

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Inaugurada en 2020, la muestra conmemora el 80º aniversario del fallecimiento del poeta Antonio Machado. A través de fotografías, documentos y objetos personales, se narra el dolor y la desesperación de aquellos miles de exiliados que, tras la Guerra Civil, fueron internados en los duros campos de refugiados del sur de Francia. Destaca la riqueza cultural y artística que los exiliados aportaron a Francia, su incansable lucha por la libertad y la democracia. Figuras como Machado se entrelazan con el pueblo de Colliure, creando una conexión simbólica que ha hecho de esta pequeña localidad un santuario de la memoria del exilio.

 

El cementerio de los sueños republicanos

El más grande de nuestros poetas contempló por última vez el balanceo del mundo sobre una barquita de pescadores del barrio de Moré. Tras esta visión, moriría cuatro días después en la habitación del hotel. Era el 22 de febrero de 1939. La comitiva que acompañó su entierro le rindió respetos frente a la Casa Consistorial con una bandera republicana terminada de coser la noche anterior por una vecina del pueblo; y en ella estaban presentes los doce de la Segunda Brigada de Caballería Andalucía, el cónsul español, el alcalde y los vecinos de Colliure. Además, como medida extraordinaria, se autorizó que acompañara el féretro un piquete de soldados españoles. Después, cada uno volvió a su celda en el Château Royale.

“ Cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo como los hijos de la mar”

Desde entonces el cementerio de esta localidad, apenas a trescientos metros del hotel por la rue la Parre, se convirtió en el cementerio de los sueños republicanos. La tumba de Antonio Machado, casi un altar, es un lugar de peregrinación para poetas de todo el mundo.

La luz de la creatividad

Henri Matisse llegó a Colliure en busca de liberación. París, con su bullicio y tradición artística, se había convertido en una jaula, y Matisse deseaba romper con las normas que habían prevalecido durante tanto tiempo en la pintura. En Colliure encontró lo que buscaba: luz pura y colores vibrantes que lo impulsaron a crear como nunca antes. Las formas suaves del impresionismo quedaron atrás. Matisse abrazó la intensidad, la libertad del color sin restricciones, dando forma al Fauvismo, un movimiento que transformaría para siempre el arte moderno.

El término «fauve», que significa «animal salvaje», fue usado por primera vez de manera despectiva, pues los críticos franceses no comprendieron de inmediato el impacto de esta nueva corriente. Sin embargo, más allá de Francia, en ciudades como Nueva York y San Petersburgo, esta ruptura radical con el impresionismo fue aclamada. Eran los estadounidenses y los rusos los que veían en el Fauvismo una forma de entender la modernidad: una explosión de color y emoción. Matisse, aunque no dejó ninguna de sus obras en Colliure, marcó a este pequeño pueblo costero con su visión, atrayendo a artistas que, como él, buscaban liberarse de oxidadas cadenas creativas.

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Matisse y la fuerza de su obra

Colliure no sólo fue testigo de la revolución artística de Matisse, sino que también se convirtió en un imán para otros creadores, algo que queda patente en una visita al Museo de Arte Contemporáneo de Colliure. Uno de ellos fue el español Virgilio Vallmajó, quien fusionó el Cubismo y el Fauvismo, combinando la precisión del dibujo con la audacia del color. Otro destacado artista que encontró inspiración en Colliure fue Juan Navarro Román, al igual que Leopoldo Survage, quien pintó su famosa Madonna en tonos tierra, una obra que refleja la profunda conexión de los artistas con las tradiciones y costumbres de esta región.

El influjo de Matisse en Colliure fue tan poderoso que incluso los pescadores locales se convirtieron en pintores autodidactas. Uno de los más célebres fue Afronçois Bernadi, quien vivió hasta los 100 años. Nunca oyó hablar de Matisse, pero su obra, como Peche au Lamparo, capturó la dureza de la vida en el mar. Sin formación académica, Bernadi utilizaba materiales reciclados para enmarcar sus cuadros, como plastilina moldeada con un tenedor o utensilios de cocina convertidos en esculturas. Su arte, simple y conmovedor, es un reflejo directo de la vida en Colliure, donde la tradición y la modernidad se encuentran.

Matisse no necesitaba bocetos ni dibujos previos. Trabajaba directamente con el color, como si cada pincelada fuera una escultura. Su visión influenció a generaciones posteriores, inspirando a artistas a deconstruirse y liberarse del realismo. Para él, el arte no consistía en copiar la realidad, sino en expresar emociones y reflexiones profundas. La ventana, por ejemplo, se convirtió en uno de sus motivos recurrentes y revolucionarios. Matisse fue el primero en pintar una ventana dentro de un cuadro, una forma de crear un marco dentro del marco, y una excusa para inundar la escena de color. Cada verano, desde 1905 hasta 1914, Matisse volvía a Colliure, hasta que la Primera Guerra Mundial oscureció su paleta, llevándolo incluso a pintar ventanas negras, un preludio a la abstracción que marcaría el arte contemporáneo.

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Colliure es, ante todo, color. En este lugar, incluso el negro se convierte en un color complejo, lleno de matices y contrastes. En manos de Matisse, el negro dejó de ser una ausencia de luz para convertirse en una herramienta de expresión. Con cada pincelada, Matisse abrió la puerta a la modernidad, haciendo del color una fuerza liberadora, y de Colliure, un santuario artístico que sigue inspirando a los creadores del presente.

Hoy, el legado de Matisse sigue vivo en las calles y en las ventanas de Colliure. Aunque sus obras han viajado lejos, su espíritu sigue presente en este rincón de la Costa Bermeja, un lugar donde la luz y el color se entrelazan en un eterno homenaje al arte y a la libertad.

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